domingo, enero 31, 2010

Con el alma en septiembre, aunque parece que fuera junio / Carin Ludeña


Como dice una amiga, parece que fuera junio y en realidad solo estamos saliendo de enero. En efecto este año ha comenzado de manera intensa.


Pero a pesar de la intensidad y de la urgencia, o probablemente justamente por ellas, no podemos perder la calma ni los horizontes. Yo no creo que yo tenga ninguna varita mágica para ello, pero he querido compartir algunas reflexiones en esta dirección a partir de varias cosas que he leído y discutido en este último e intenso mes.

En primer lugar, no creo que esto es una pesadilla. A decir de Osío Cabrales, esto implicaría que uno puede despertar de ella y eso no es posible. El país se ha venido degradando desde hace mucho tiempo. Desde finales de la década de los 80 sabíamos que la pobreza crítica aumentaba y a pesar de las múltiples voces de alerta pensábamos que eso no traería consecuencias. En 1998, luego de la innegable señal de desconducción y descontento que fue el caracazo y luego de dos golpes de estado, el país, con más de un 60% de pobreza crítica, ganado por la idea de la apolítica y gerencia, se debatía entre una miss y un teniente coronel, ex golpista, que nos ponía en bandeja de plata la ilusión de la gloria pasada y la mano fuerte. El último ganó promovido por la clase media, los medios, el sector industrial y en general la celebración nacional del fin de los partidos, la mediocridad, la corrupción y la llegada del sueño de hacernos gloriosos y ricos.

De la muy interesante obra de Ana Teresa Torres, es fascinante ver como ese discurso nos logró conmover a todos, siendo que el discurso no se ajusta a ninguna memoria real, pues nunca hubo una gloria pasada (Bolívar en una correspondencia privada en 1830 pontificaba que lo único correcto en América latina era emigrar: que era un continente de ignorantes y avaros, flojos y malagradecidos). De todos los países del continente, Venezuela fue el más desvastado por la guerra de independencia (guerra civil, por demás), con la economía en el suelo y la desaparición de más del 30% de la población. Esta situación nunca logró mejorar durante todo el siglo XIX, desgastada por otra larga y cruenta guerra civil, ni por los inicios del XX, signado por una dictadura y una economía rentista. La verdad, el único momento en que el país creció económicamente, redujo la pobreza, los índices de mortalidad materno infantil, puso en práctica un sistema de atención médica, aumentó de manera significativa el acceso a la educación media y superior, creó infraestructura (acueductos, sistemas de creación y distribución nacional de energía, redes viales y de obras sanitarias) e institucionalizó la administración del estado fueron los primeros años de la democracia después del 58. Hasta mediados de los 80, el 30% pertenecía a la clase E (voy a seguir la necesariamente simplista división en clases E, D, C, B y A, siendo la última los dueños de los medios de producción), el 60% a las clases D y C y el 10% a las clases B y A. Sin embargo, el modelo y el sueño de progreso comienzan a hacer agua: la exclusión económica y política comienza a contrastar demasiado con el discurso de prosperidad y luego de los intentos de volver al sueño perdido de riqueza sin límites y redistribución en una economía todavía rentista, decidimos, sobre todo los no excluidos o los que temíamos serlo pronto, dejar la idea de construcción institucional y volver al mito: la gloria pasada, los héroes (pero para entender esto es mucho mejor el libro de AT Torres que cualquier cosa que yo pueda chapucear aquí). Curiosamente, los super excluidos, no participaron en el proyecto chavista hasta mucho más tarde en el 2003, luego del golpe y la creación de las misiones. Hoy en día el apoyo de Chávez nace de un sector diferente del que lo llevó al poder originalmente en el 98. Es decir el famoso 33% del hard core chavista, que ahora es más bajo por cierto, no proviene del mismo sector. Como tampoco los ninis, que ahora suman un impresionante 45% de la población. Muy curiosamente también, de acuerdo a los últimos datos el proyecto revolucionario no ha resuelto sin embargo el origen de la situación que lo llevó al poder: el 53% de la población es clase E, el 30% clase D y el 20% restante clase C, B y A. 

Esta contradicción es posible pues la política oficial, además del discurso de recuperación de glorias y héroes pasados, de buenos y malos, ha favorecido la ayuda directa a los sectores más necesitados que ahora, a diferencia de antes, comen tres veces al día. Esto se ha hecho en el marco de la consagración de un modelo de partido único, autoritarista y anti-institucional que entre otras cosas ha destruido la economía, las empresas de servicios públicos, las redes hospitalarias y hasta los procesos más triviales de administración del estado al promover en todos los ámbitos la fidelidad política por encima del conocimiento o de la capacidad. Estamos viviendo los resultados de la no inversión en la producción de energía eléctrica, pero se nos viene encima algo mucho peor, cuando ya resulte evidente el efecto nefasto de más de 7 años de reinversión insuficiente en la industria petrolera. Por otro lado, para que funcione, el proyecto necesita de la construcción de un estado paralelo, controlado desde el ejecutivo, donde no tiene cabida la idea de separación de los poderes y que en estos momentos de estrechez económica entra en flagrante competencia con el estado institucional, para llamarlo de algún modo, cuyo presupuesto sí pasa por la asamblea. El otro no: se saca de pdvsa, con la anuencia del BC y se distribuye, sin control ni supervisión alguna por canales más partidistas que estadales. Aquí, entre otras cosas podemos ubicar la creación de los cuerpos armados para institucionales auspiciados y alentados por el gobierno.

El haber favorecido el apoyo directo, cosa que evidentemente agradecen los que comen 3 veces al día cuando antes no, en el esquema anterior está comenzando a hacer agua de manera evidente por todos lados, aún para los que agradecen comer 3 veces al día cuando antes no. Y es que la falta de agua, de luz, de seguridad, de empleo, de infraestructura básica, empiezan a competir con la comida. Este descontento está surgiendo en las encuestas y el gobierno lo sabe. Como no puede hacer otra cosa necesita radicalizar el conflicto, crear violencia, dividir a sus opositores, pero sobre todo llevar la discusión lejos de sus predios, convertir la crítica en una crítica que solo interese a un sector, alejado de las mayorías y sobre todo evitar que el país pueda hacer click con un nuevo proyecto, denunciar que este hizo agua, que no está resolviendo los problemas y que en su afán de controlar el poder está destruyendo nuestro futuro.

Este año hay elecciones legislativas. Parece poco importante pero no lo es: el control del presupuesto y de la administración del estado, el impedir la construcción del estado paralelo sería, y el lo sabe, un golpe mortal para el proyecto. A pesar de todas la maniobras tenemos la posibilidad real de lograr el 42, 45% de la asamblea. Esta cifra no es mayoría pero lo haría tener que negociar: con sus propios sectores pues el chavismo no es un bloque hegemónico y muy al contrario está lleno de contradicciones. Y con un poco más de esfuerzo podríamos ganar la mayoría de la asamblea. Esto sería el principio de una nueva realidad política en Venezuela, en realidad quizás el mejor de los escenarios pues obligaría a una política muy madura por parte de la oposición paralelamente a poner en marcha mecanismos para reactivar al país.

La posibilidad real, aparte del obvio propósito de lograr la unidad, tema muy avanzado en el que los partidos y la mesa han mostrado en general una actitud muy razonable, depende de la madurez, no sólo de la oposición sino de muchos más. De todos aquellos que no creemos en que esto es una guerra, o la antesala a una guerra civil, sino que hay que construir los mecanismos a como de lugar para resolver a) el problema de la exclusión económica y b) la recuperación de las instituciones, de lo público. Una parte de ello nace de entender que esta situación debe convocar a toda Venezuela. El cierre de RCTV es grave, muy grave, así como lo es el uso de la violencia del estado y la negativa a aceptar la protesta o la disidencia en cualquiera de sus formas. Eso lo sabemos. Pero un discurso que no incluya el problema de la exclusión no es serio en términos de lo que debería ser el actual propósito, es decir, proponer un proyecto de país posible. 

No hay que caer en la tentación de la violencia, no tenemos tiempo. No hay que caer en el desánimo, si vale la pena votar y mientras más votemos mejor y más contundente. No hay que caer en la tentación de los atajos, la única esperanza es la reconstrucción institucional del país. No hay que caer en la impotencia, ganar aunque sea el 42% de la asamblea marcará un cambio radical en la situación actual. No hay que caer en el sectarismo, el país por el que votemos debe enfrentar el problema de la exclusión, debe incluir propuestas concretas en esta dirección. 

Lo que nos toca en los próximos meses es una tarea difícil. Debemos ser adultos en este país tan dado a la adolescencia perenne. Debemos desechar los héroes y los mitos de grandeza y dedicarnos a convencer al país entero no solo de que por esta vía vamos por un despeñadero, sino armar una propuesta: cuales leyes? Porque el control del presupuesto? Como enfrentaremos los graves problemas en educación y salud, en energía? Toca volvernos militantes de la institucionalidad, crear una campaña Para que sirve la Asamblea (esta es una idea genial que le escuché a JD Mujica hace poco y que creo que hay que promocionar). Toca militar e ir de puerta en puerta en nuestras circunscripciones. Toca hacer país. 

Y bueno, ese es mi sueño. Reflexivos

Saludos,

Carin Ludeña