Apuntes en torno al proceso de “reforma” constitucional / Olga Ramos
A esta altura, buena parte del debate que se ha desencadenado a raíz de la propuesta de reforma que presentó el Presidente Hugo Chavez ante la Asamblea Nacional y que, después de haber sido modificada por el poder legislativo, será sometida a referendo consultivo este domingo, se ha centrado en tres aspectos: la validez del mecanismo utilizado, el contenido del articulado propuesto y la acción de lucha más efectiva para quiénes se han declarado en desacuerdo tanto con el contenido, como con el mecanismo utilizado.
Mi reflexión, no va dirigida, sino tangencialmente a alguno de estos aspectos. Esto es así, porque creo que, antes de que se efectúe el referendo consultivo, es necesario colocar algunas cosas en su lugar.
La Constitución de 1999 no es la mejor Constitución del mundo
La primera de ellas, es que, a diferencia de lo que, en más de una oportunidad, han expresado públicamente diversos voceros de la oposición y del oficialismo, para fundamentar su desacuerdo con la propuesta de reforma, creo la Constitución de 1999 no es, ni puede considerarse, como la mejor Constitución del mundo.
No lo es, porque a pesar de que su texto incluye quizá el mejor articulado que en términos de Derechos Humanos podríamos aspirar, no podemos olvidar que esta Constitución establece, entre otras, un sistema profundamente presidencialista y centralista, dando al traste con los esfuerzos de descentralización política que se venían adelantando en Venezuela. Además, sería hipócrita negar o ignorar, a esta altura, que el texto vigente tiene muchos vacíos e incoherencias que hacen difícil su interpretación y que, en muchas oportunidades, nos ha dejado a merced de la arbitraria interpretación de personeros del gobierno o de los magistrados del TSJ. Y finalmente, tenemos que recordar que, a pesar de haber sido producto de un proceso constituyente y refrendada por un referendo consultivo en el que podía participar todo el electorado, la misma nació marcada con el signo de la exclusión y muchos habitantes de esta tierra, tienen sobradas razones para no sentirse identificados con importantes partes de su articulado.
Sin embargo, como muchos hemos sostenido en diversas oportunidades, esta Constitución, la sancionada en 1999, en este momento, constituye el marco normativo fundamental del país y por tanto, como ciudadanos acudimos a ella y tenemos la responsabilidad de defenderla ante cualquier intento de violarla. Eso forma parte de nuestros deberes ciudadanos y de la vocación que deberíamos tener todos por respetar la institucionalidad existente.
Claro está, no se trata de una defensa ciega y a ultranza de la institucionalidad, si, por razones de principios, o de sus consecuencias prácticas, se demuestra que no es la mejor o que definitivamente no funciona. Por eso es que, frente a los defectos y aberraciones normativas que podemos encontrar en ella, como en cualquier texto legal, nuestro deber es ser críticos y proponer su modificación. En este punto, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ese fue el motivo que movió tanto al presidente como a los diputados para proponer los cambios que serán sometidos a referendo el domingo. Pero, obviamente, haciendo la salvedad de que también estamos más que seguros de que los arreglos que, en buena parte, ellos pretenden, distan mucho de los que aspira la mayoría de la población venezolana.
Dicho esto, surge un par de preguntas que creo que es imprescindible que todos nos hagamos: Si tuviéramos que hacer modificaciones a la Constitución de 1999 ¿qué le cambiaríamos? ¿se trataría de algo que pudiera resolverse mediante una reforma o los cambios son de tal tenor que requerirían un proceso constituyente? Estas preguntas debimos comenzar a responderlas desde hace mucho tiempo, pero nunca es tarde para hacerlo, ya que su respuesta nos permite, como sociedad, abrir espacios de diálogo, comprensión y entendimiento, entre todos, especialmente con quiénes creemos que podemos tener las mayores diferencias y a partir de ellos, identificar posibles terrenos donde es posible establecer acuerdos. Ambos elementos, indispensables para ayudarnos a salir del atolladero en el que, como país, estamos metidos.
La lucha de oficialistas, opositores y “ni-ni”, coincide en propósito
Lo segundo que hay que poner en su lugar, es el reconocimiento de que, más allá de nuestras inclinaciones políticas actuales, existe un propósito que nos debería unir a todos los venezolanos. Este propósito, que para muchos existía previamente al triunfo electoral de Hugo Chavez en 1998, y que para otros ha sido un descubrimiento de estos últimos años, pero que a todos nos inquieta cada día más, es: la salida de la profunda crisis social, política y económica por la que atraviesa Venezuela.
Y tenemos que reconocer que este es un punto de coincidencia que, a pesar de que cada quién analiza y aborda a su modo, constituye el motor, o uno de los motores, de la acción política tanto de los ciudadanos como de los políticos, de los tres grupos que se puede identificar hoy en Venezuela. Incluso de los que se decantan por “no actuar” o no involucrarse en la política, porque, entre otras, con la “no acción”, tratan de mantenerse al margen y por tanto, de no contribuir, a profundizar lo que, frente a sus ojos, está mal.
Si, aunque no nos guste escucharlo, en esto, coincide Hugo Chavez con Escarrá, Iris Varela con Ramos Allup, Freddy Bernal con Nixon Moreno, o como nos gusta escuchar más en estos días, Hector Rodríguez con Yon Goicochea, pero en definitiva, coincidimos o deberíamos coincidir todos con ellos.
Pero más allá de asumir que es nuestro punto de coincidencia, tenemos también que reconocer que es un propósito cuyo alcance, en la práctica, hemos emprendido desde hace ya muchos años, diversos grupos de ciudadanos, cada quién como ha podido y entendido y que, hasta el momento, ha producido, entre otras cosas:
- La fuerte crítica a la acción política de los partidos tradicionales, que contribuyó notablemente a su deslegitimación.
- La extensión de la acción ciudadana organizada que, desde los inicios de la democracia, se daba solamente en algunos sectores de la sociedad, en particular en los sectores populares. Extensión que fue posible gracias a la insurgencia de nuevas formas de organización y de acción ciudadana vinculada al ejercicio de los derechos políticos y que ha permitido, no solamente que esta se manifieste en los más diversos ámbitos del territorio nacional, sino que se exprese en aspectos que tradicionalmente no se reconocían como propios de la acción ciudadana.
- La producción y puesta en marcha desde el seno mismo del Estado, de iniciativas como la descentralización política y administrativa y la reforma del Estado y de los órganos de la Administración Pública.
Incluso, aunque a muchos se les olvide o no les guste reconocerlo, a esta coincidencia debemos el triunfo de Hugo Chavez en las elecciones de 1998 y su ratificación en procesos electorales posteriores. Triunfo que se origina, en muy buena parte, en la visión que muchos ciudadanos tenían, y probablemente aún tienen, de que la salida a la crisis en Venezuela, sólo es posible, de la mano de un líder que tenga la fuerza y la voluntad para “poner orden”.
No obstante, a pesar de que se trata de un propósito común para la mayoría de los venezolanos, en cuyo logro buena parte de la población ha puesto su empeño, hemos de reconocer que aún estamos muy crudos, que nos falta mucho para lograrlo. Esto, entre otras, es debido a que:
- La lucha no ha sido mancomunada, sino que se ha convertido en una disputa, entre sectores, por obtener el poder y mantener o ganar ciertos privilegios. Ante la necesidad de reconocimiento del otro y de inclusión, ha dominado un esquema de exclusión de quién piensa diferente. Esto sucede entre partidarios y contrarios al gobierno, pero también sucede a lo interno de cada uno de estos grupos.
- Los esfuerzos realizados por el actual gobierno, no han apuntado al fondo del problema, y sus prácticas, lejos de contribuir con los cambios necesarios, han reproducido y magnificado las formas de acción y los esquemas que, con mucha razón, hemos rechazado.
- Todos, en mayor o menor medida, hemos mordido la estrategia de la polarización y con muchas de nuestras actitudes y acciones, la alimentamos a diario.
- No hemos podido identificar bien cuáles son los problemas de fondo, no tenemos acuerdos sobre ello, pero además, hemos hecho una lectura superficial y parcializada de lo que sucede en el país que nos ha impedido también construir acuerdos mínimos sobre el país que queremos y toda salida a la crisis, está asociada por naturaleza, a la búsqueda de ideales de sociedad.
La reforma y su referendo son sólo el hito del momento
Lo dicho hasta aquí nos lleva a comprender el lugar que debemos darle a la reforma y el referendo asociado a ella. El proceso de “reforma” constitucional y el referendo consultivo sólo constituyen una coyuntura en la dinámica de vida del país y un hito en la lucha por sacar a Venezuela de la crisis que atraviesa.
Esta lógica nos obliga a preguntarnos ¿cómo incide la propuesta de reforma y el proceso emprendido en torno a ella, en la salida a la crisis que Venezuela demanda? Aquí, sin pretender ser exhaustiva, me atrevo a mencionar algunos efectos positivos y negativos que ha tenido el proceso de reforma para el país. Como efectos positivos podemos identificar que:
- El mecanismo utilizado, pero en especial el contenido de la propuesta, permitió que se expresara un espacio de coincidencia entre sectores que adversan al gobierno y sectores que lo apoyan. Espacio que puede servir como punto de partida para la identificación de los terrenos comunes de acuerdo a los que me referí al comienzo de este texto.
- Permitió que comenzáramos, de nuevo, a reconocernos unos a otros como actores válidos y necesarios, aunque esto todavía lo hacemos de forma muy oportunista e incipiente. Es decir, reconocemos al otro porque me beneficia su posición, no porque lo considero un interlocutor válido con el que debo y quiero sentarme a construir el país que queremos.
- Permitió también que los ciudadanos volviéramos a centrar nuestra atención en el país, que retomáramos nuestra preocupación sobre lo que en él pasa, pero lo más importante, que retomáramos el ejercicio de nuestra ciudadanía política.
- Permitió que se despertara e insurgiera un movimiento y un liderazgo juvenil, con planteamientos frescos, pero serios y profundos, que está marcando ciertas pautas éticas y políticas, no sólo en la oposición, sino también en los sectores que apoyan al gobierno.
- Por otra parte, permitió que se expresara una divergencia abierta y de planteamientos robustos en el seno de los grupos que apoyan al gobierno y que, de mantenerse allí, permitirá fortalecerlos que es algo también muy necesario para que la dinámica política del país cambie positivamente.
- Finalmente, permitió que se expusieran abiertamente ciertas prácticas e intenciones por parte del gobierno, que lo hacen más vulnerable frente a sus partidarios y más cuestionable nacional e internacionalmente.
Si nos referimos a los aspectos negativos que este proceso ha ocasionado, podemos citar:
- El regreso a la utilización, por parte de algunos sectores afectos al gobierno, de la violencia como mecanismo para dirimir las diferencias entre los venezolanos. Y la profundización de la utilización de los organismos de seguridad del Estado para reprimir injustificadamente a las manifestaciones que no favorecen a la posición oficial, construyendo así, en la práctica, un esquema de exclusión por razones políticas, absolutamente indeseable para Venezuela.
- En algunos sectores de la sociedad, se ha profundizado el odio y la polarización.
- La profundización de la lógica y las prácticas revolucionarias, así como el afianzamiento de un lenguaje y un simbolismo militar y de guerra. Y en este caso, no me refiero a la lógica revolucionaria desde la visión romántica que tienen algunos respecto a la promoción de cambios políticos de fondo y mucho menos a la visión asociada a los cambios de paradigma que se dan en la ciencia y en la tecnología; me refiero a la lógica revolucionaria acuñada por Lenín y desarrollada por el “Che”, según la cuál, y me perdonan la simplificación por razones de foco y espacio, frente al “Estado Opresor” (que es la naturaleza que reconocen que éste siempre tiene), se requiere crear un contra-poder (que en el caso del Che se identifica como un poder militar y por eso todo el impulso a las milicias y a la formación de los milicianos que se a emprendido desde el gobierno en los últimos años), para que, mediante el proceso revolucionario se destruya al Estado y se cree otro que permita imponer la construcción de la “Sociedad Socialista”. Y en esta lógica se habla de imponer la construcción de la sociedad socialista, porque desde la perspectiva de Lenín, la conciencia de la sociedad reside en una vanguardia intelectual –que sí sabe lo que nos conviene- y quiénes, a través de la acción del Estado, la inoculan a cada uno de los ciudadanos, creando así, al “hombre nuevo”.
- Y también hemos de apuntar que, por diversas razones asociadas, a sus características actuales, pero fundamentalmente al contenido de la reforma y a las amenazas que del mismo se infieren, los ciudadanos y los grupos que se encuentran en la oposición, poco han sabido aprovechar la coyuntura que nos brindó la propuesta de reforma para avanzar, efectivamente, en la construcción de una alternativa política, es decir, para organizarnos y articularnos, constituir una opción de poder –léase un liderazgo con validez y credibilidad- y una opción de proyecto para sacar de esta crisis a Venezuela y construir un país diferente.
Lo dicho en esta parte, se relaciona con el proceso que se desencadenó con la iniciativa de realizar una “reforma” a la Constitución vigente. Pero también es necesario hacer algunas consideraciones sobre el contenido del texto de la propuesta de “reforma”.
Tres aspectos clave de la propuesta de reforma
Hasta la fecha, muchas personas se han esforzado para analizar el articulado de la propuesta de la reforma y poder señalar sus defectos, amenazas y riesgos. En algunos casos nos han presentado análisis detallados y completos y en otras, se han enfocado en los aspectos que consideran más negativos o riesgosos. En mi caso, sólo pretendo hacer unas consideraciones sobre tres aspectos que considero clave y negativos de la propuesta de reforma. Estos son los siguientes:
- El aumento concentración del poder que tiene dos claras consecuencias: la primera de ellas es la expropiación a los ciudadanos del poder de decisión en los asuntos públicos, poder que actualmente le consagra el artículo 62 de la Constitución vigente y de la soberanía, que debe residir en el pueblo, por parte del Presidente de la república a través de un esquema que debilita a las instancias descentralizadas y establece la tutela presidencial de los Consejos Comunales; y la segunda es la invasión del ámbito público en el privado derivada de la excesiva reglamentación de asuntos propios de la vida privada y del ejercicio de la ciudadanía política y de los derechos sociales y económicos.
- La solución de cangrejos institucionales disfrazada mediante la creación de mecanismos paralelos. Esto se ve claramente en la fórmula mediante la cual se pretende dar rango constitucional a las misiones, creando una institucionalidad paralela a la administración pública con la pretensión de que esta tenga beneficios de gestión que no se encuentran en el funcionamiento de la administración pública existente. La creación de este sistema paralelo, además de hacer más engorroso y costoso el funcionamiento del Estado, esconde la incapacidad de este gobierno por promover reformas en la administración pública que permitan mejorar efectivamente su funcionamiento.
Otro ejemplo que se puede citar en este caso y que está muy asociado a la expropiación del poder de los ciudadanos y de la soberanía, es la creación de un entramado de nuevas figuras político-territoriales, con el propósito de garantizar el control del Estado sobre los planes de desarrollo nacional y sobre la justa y equitativa producción del bienestar colectivo en el país. Esta “solución” esconde la incapacidad del gobierno central para coordinar y promover un proceso de planificación y desarrollo nacional, basándose en el trabajo del Consejo Federal de Gobierno y con el concurso de las instancias de gobierno descentralizadas que existen actualmente.
- La creación de una ilusión de inclusión que se esconde tras la promoción de esquemas excluyentes. En este caso nos referimos al condicionamiento que se hace del ejercicio de derechos y libertades ciudadanas, al asociar los ideales nacionales a la construcción de un sistema socialista. Pero también hacemos referencia a un aspecto poco mencionado en los análisis que sobre el texto de reforma constitucional se han hecho y es la forma como pretende consagrarse el denominado “derecho a la ciudad”.
Para quienes aún no tienen idea de a qué se refiere el mencionado texto con el “derecho a la ciudad”, les adelanto, en una primera pincelada, que se trata del establecimiento del usufructo y el disfrute equitativo de los derechos individuales y colectivos ateniéndose a los principios de sustentabilidad y de justicia social. Este es un derecho en el que diversos grupos han venido trabajando en foros internacionales, a raíz de algunos conceptos emitidos en la Cumbre de la Tierra que se celebró en 1992 y que ha tomado cuerpo en los últimos 5 años en el marco de la celebración del Foro Social Mundial y de otros encuentros internacionales y que actualmente cuenta con el apoyo de autoridades locales y nacionales de diversos países, entre ellos Venezuela y de agencias como Naciones Unidas, UNESCO y el Programa Hábitat.
Uno de los elementos que es importante tomar en consideración en el establecimiento de este derecho, es que en la carta que lo consagra se asumen como “ciudades” a todos los tipos de asentamientos humanos que existen, independientemente del tamaño y del rol estratégico que jueguen en los sistemas de ciudades de los países. Esto permite comprender que el desarrollo de este derecho, no pretende un trato justo e igualitario entre los habitantes de cada ciudad solamente, sino que plantea que es un derecho que debe ser desarrollado por igual para los habitantes de todos los asentamientos, corrigiendo así, no solamente la discriminación intra-ciudad, sino también, entre ciudades.
Sin embargo, cuando leemos el texto del artículo que consagra este derecho en la propuesta de reforma constitucional, encontramos que el mismo se consagra para todos los habitantes de una ciudad, pero con el condicionante de que las características de su disfrute dependerán del “rol estratégico” que la mentada ciudad juegue en el sistema de ciudades. Se trata, sin lugar a dudas, de una redacción que consagra constitucionalmente la inequidad en el disfrute de los derechos ciudadanos basada en la exclusión “estratégica” de los habitantes de acuerdo a la ciudad en la que residen.
¿Qué nos toca hacer ahora?
Más allá de lo que cada quién decida hacer este domingo, a los habitantes de este país nos corresponde convertirnos en verdaderos ciudadanos. La construcción de esta ciudadanía pasa por, al menos, dos cosas, un cambio de actitud frente al país y el asumir que el compromiso forma parte integrante y natural de nuestra condición ciudadana.
La nueva actitud, que en algunos casos ya comienza a evidenciarse, pasa por entender en primer lugar, que nuestro acción frente a lo que sucede en Venezuela no puede restringirse a aspectos meramente coyunturales, sino que tiene un horizonte temporal de largo plazo. Por lo que tenemos que entender y asimilar que nuestro propósito apunta a ayudar a sacar a Venezuela de la grave crisis en la que se encuentra y que por lo tanto, el 2 de diciembre no termina, sino que continúa nuestro trabajo. En este marco, lo primero que podemos hacer es una sincera y profunda reflexión individual y privada que nos permita saber si estamos dispuestos a comprometernos con un propósito tan exigente y de largo plazo; que nos permita saber si superamos el síndrome que ilustra la canción “muerto en Choroní” que refiere la actitud propia de quién cree que lo que sucede en Venezuela no es su problema y que lo único que pide es que lo “dejen en paz”; si lo único que queremos es sacudirnos una “molestia” o si, efectivamente estamos dispuestos a asumir el reto de construir un futuro diferente para el país y en consecuencia, determinar cuánto tiempo y esfuerzo podemos dedicar a ello.
En segundo lugar, el cambio de actitud pasa por asumir que nuestras acciones deben estar enmarcadas en una visión estratégica, lo que significa que todo lo que hagamos cotidianamente, todas nuestras pequeñas acciones políticas, deben estar enmarcadas y dirigidas a la consecución de nuestro propósito y para orientarlas, siempre debemos preguntarnos: ¿cómo incide esta acción o esta estrategia en la salida de la crisis? ¿fortalece o deteriora los espacios de diálogo, reconocimiento, entendimiento y comprensión entre los diversos grupos y en general, entre los ciudadanos? ¿contribuye a fortalecer a los actores políticos y a la dinámica que se da entre ellos? Pero esta visión estratégica también se expresa en que cada acción debe tener un propósito específico y una forma de saber si lo alcanzamos. Como pueden ver, se trata de ejercer nuestra ciudadanía política de forma crítica y consciente y de incluir, de forma permanente este ejercicio en nuestras agendas.
A esto debemos agregar que, en el caso de los ciudadanos que se identifican como parte de los grupos de oposición, también es pertinente que preguntarse: ¿cómo contribuye cada acción a la construcción de una alternativa política? ¿nos permite crecer en organización? ¿nos permite encontrar acuerdos y dibujar mejor un proyecto de país? ¿permite que se perfile un liderazgo robusto y sólido?
Por otra parte, asumir que el compromiso forma parte integrante y natural de nuestra condición ciudadana, pasa por entender y practicar la responsabilidad como norma de vida, lo que implica comprender que la posición y los propósitos que asumimos están asociados a la realización de unas acciones que nadie emprenderá por nosotros; que lo que hagamos o dejemos de hacer tiene consecuencias y tenemos que asumirlas como tales; que nuestro bienestar tiene sentido en el marco del bienestar colectivo y en consecuencia, debemos cambiar el foco con el que miramos al país y al bienestar que en él se construye, poniendo el foco en los espacios de convergencia de los intereses, en la identificación de aquellos aspectos que nos permitirán a todos tener efectivamente un buen vivir. El compromiso y la responsabilidad ciudadana también pasan porque hagamos ejercicios reales de convivencia que implican que seamos capaces de ponernos en los zapatos del otro para comprenderlo, que seamos capaces de aceptarlo tal cual es y también que seamos capaces de aceptarlo cuando piense diferente y que frente a ello, nuestra apuesta sea por la construcción de espacios de encuentro, diálogo y entendimiento con quienes tengamos efectivamente diferencias.
Y en este punto, no podemos evitar recordar que muchos llamados a la unidad se han hecho a lo largo de estos años. Sin embargo, estos no han tenido como consecuencia sino intentos fallidos, porque han tratado de imponerse en momentos en los que se consideraba estratégico exhibirlos; porque han sido demandados a la “dirigencia” o al “liderazgo” político, cuando no estaban sustentados ni siquiera en coincidencias identificadas en las bases de sus movimientos o en la población; y porque su contenido ha estado signado por la conveniencia frente al alcance de objetivos coyunturales y no por su pertinencia en la construcción de una alternativa de proyecto para Venezuela o en la búsqueda de la salida a la crisis que ella atraviesa.
Finalmente, con nuestras palabras y también con nuestras actitudes y acciones, tenemos la responsabilidad y el compromiso de construir un lenguaje y una simbología de paz que nos permita construir acuerdos efectivos y de fondo, contagiar a todos del entusiasmo por construir una salida para el país, pero también neutralizar las consecuencias negativas que la lógica revolucionaria ha venido implantando en Venezuela.
Olga Ramos
28/11/ 2007
olgaramos@cantv.net
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