miércoles, mayo 06, 2009

¿Qué hacer en caso de un terremoto? Breve crónica para conciliar el sueño / Olga Ramos

3:00:03 a.m. Un sacudón bate su cama y por un instante, piensa que es una pesadilla, que su subconsciente está recreando, en sueños, una escena del Exorcista.

3:00:06 a.m. Aún sin entender mucho lo que sucede, abre los ojos y progresivamente comienza a escuchar el traqueteo de los cristales y los golpes de los objetos cayendo en su casa. Entonces, se da cuenta de que no es precisamente un sueño. De un salto se sienta en la cama tratando de descifrar de qué se trata, para dar un brinco y ponerse de pié, cuando entiende: ¡coño, está temblando!

3:00:08 a.m. Desesperado mira a su alrededor tratando de recordar dónde puso los pantalones y la camisa que le permitirían salir corriendo cuando temblara. No los ve a mano y trata de correr, pero se enreda con sus zapatos y con las botellas que cayeron de su peinadora. Al pisarlas nota que afortunadamente eran plásticas y sólo se tuerce un pié.

3:00:09 a.m. Casi cayéndose, trata de concentrarse en las recomendaciones que leyó y practicó decenas de veces después del último temblor. Pero su mente es un desastre, no termina de despertarse, y cómo hacerlo, si normalmente necesita silencio y un café para echarla a andar e iniciar el día. Desesperado, mira para todos lados sin lograr aislarse de esos ruidos estruendosos y del pánico que le da haberse despertado, de golpe y porrazo, en medio de un terremoto.

3:00:12 a.m. Aterrado, confundido y orinándose por la angustia, recuerda que muchos de los instructivos leídos sugerían meterse debajo de una mesa, del marco de una puerta o de una buena columna. Mira a su alrededor y descubre que la columna perfecta, la que había seleccionado cuando estudiaba los instructivos, queda al otro lado del pasillo que da al baño. Pasillo que, a esa altura, es intransitable porque el fuerte bamboleo del edificio hizo que se cayera, contra la pared opuesta, la biblioteca que tenía, entre otros, sus libros favoritos de autoayuda. Ahora están la biblioteca atravesada y todos los libros y adornos regados por el piso, obstaculizando el paso.

3:00:14 a.m. Esa escena trae a su memoria las palabras más repetidas por todos los expertos que escuchó en radio y televisión: “lo más importante es nunca perder la calma”. Trata, entonces, de respirar profundo y relajarse. Pero sin lograr vencer el terror que siente por no poder llegar a la columna que le permitiría resguardarse, menta las madres de esos y todos los expertos, pensando en que ninguno dijo cómo carajo se logra mantener la calma, cuando se es despertado por un sacudón y un estruendo de tal magnitud.

3:00:16 a.m. El ruido de la tierra crujiendo y de las cosas cayendo a su alrededor es ensordecedor, lo que aumenta su pánico. Entonces decide retomar su ruta de huida y al tratar de salir corriendo hacia la puerta de su casa, descubre que el camino que, por la insistencia de las recomendaciones de los instructivos, siempre mantuvo despejado para su huida, ahora se encuentra lleno de peroles y muebles que, los bruscos movimientos de la tierra han tumbado y desplazado. En ese momento, como la peor ironía de la vida, recuerda que una de las primeras sugerencias de los instructivos, es “no correr” …como si en esas circunstancias, fuese posible.

3:00:17 a.m. Camino a la puerta, tratando de mantener el equilibro trastocado por el fuerte movimiento que no cesa, y mentando madres por el dolor que le causa atravesar descalzo un piso lleno de peroles y vidrios rotos, se da cuenta que aún está desnudo y recuerda, que, al levantarse, se tropezó con los zapatos y, por la prisa de ponerse al salvo, los dejó olvidados, como su pantalón y camisa.

3:00:19 a.m. Ante el dilema de devolverse a buscar la ropa y los zapatos para no cortarse o seguir despavorido de una vez hacia la puerta, echa mano de algo que pueda ponerse encima y tropezándose con todos los muebles, trata de llegar finalmente a la puerta de la casa. Se corta varias veces las plantas de los pies, pero ni el dolor, ni el miedo, lo hacen desistir de su propósito: salvar su vida.

3:00:22 a.m. Por más ensordecedor que el ruido resulta, se da cuenta de que no logra opacar los gritos de auxilio y de pánico de la gente de la zona, que no había podido procesar hasta ahora. Lo embarga un profundo escalofrío al descubrir que se trata de gritos pidiendo clemencia a Dios, llantos desgarradores y llamadas desesperadas a los seres queridos que, medio del desastre, no logran ver o que aún batallan por ponerse a salvo. En ese preciso momento, le viene como un flash a la memoria, la voz de Francisco Garcés, el presidente de FUNVISIS, diciéndole que recuerde agarrar un pito, que le será de mucha utilidad para llamar la atención de los rescatistas... si queda tapiado.

3:00:24 a.m. Llega a la puerta. Una vez frente a la misma, descubre que el morralito que dejó preparado con los enceres recomendados en los instructivos, quedó atrapado debajo de un sillón que se corrió por el fuerte bamboleo. Trata de agarrar el pomo de la puerta y los movimientos del edificio, aún muy fuertes, lo alejan de su mano. Cuando logra agarrarlo, se da cuenta de que la llave no está pegada a la cerradura, como algunos instructivos recomiendan, y se lleva las manos a la cabeza tratando de pensar donde coño las puso cuando llegó la noche anterior.

3:00:27 a.m. Fija su atención en el piso próximo al lugar donde debería estar el adorno usado para colgar las llaves, las descubre y trata, con la natural torpeza que le dan las circunstancias del momento, de recogerlas. Cuando llaves en mano, pero desequilibrado y trastabillando, logra ponerse de pié y acercarse de nuevo a la puerta, comienzan a repetirse en su mente, las palabras de Chacón, quién en su infinita ignorancia, había afirmado que un sismo, como el de la madrugada del pasado 4 de mayo no volverá a ocurrir ni en mil años. Bueno, razón tenía, este era realmente un terremoto.

3:00:31 a.m. Mientras intenta una y otra vez, introducir la llave de la puerta en la cerradura, ve desesperado que las paredes cercanas y el suelo comienzan a agrietarse.

3:00:32 a.m. Siente que las grietas se agigantan despertando una terrible sensación de vacío bajo sus pies. Finalmente, logra meter la llave en la cerradura y cuando trata de girarla, se da cuenta de que no puede, seguramente porque, como alguien sugirió en algún momento, los bruscos movimientos del terremoto hicieron que se descuadrara todo el sistema y en consecuencia, los barrotes de seguridad se quedaron trabados.

3:00:33 a.m. Trata de gritar para pedir ayuda, pero la desesperación lo ha dejado sin aliento. Entonces, ante tanta impotencia, un dolor desgarrador se apodera de sus entrañas y sin fuerzas, cae al piso.

3:00:34 a.m. Derrotado, se abraza a un mueble, cerrando los ojos y balbuceando el inicio de un “padre nuestro”, pretende ignorar lo inminente…

3:00:36 a.m. Mientras el vacío en la boca de su estómago, presagia la caída, recrea todo lo que hizo para prepararse. ¿Qué hacer en caso de un terremoto? era el título más común de los instructivos leídos y pensó que todos deberían comenzar diciendo: si no muere aplastado, o queda tapiado entre los escombros, cuando pase el terremoto, conserve la calma, no corra, tome el morral que dejó preparado al lado de su puerta, baje por las escaleras y entonces, póngase a salvo.

Olga Ramos
05-06 de mayo de 2009
olgaramos62@gmail.com

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