Qué bueno que ya descansas, aunque eso significa que no estás entre nosotros. Qué bueno que, ahora que nos puedes ver desde otra perspectiva, puedes apreciar con mayor detalle y de otra manera, lo que realmente nos acontece. Y qué bueno que exististe, y pusiste tu don al servicio del amor y las buenas causas, bueno, al servicio de las buenas causas, porque el amor, es la más importante de las causas buenas.
Como ya sabes fuiste un gran compañero y hasta un guía en mi vida. Mi Inventario, mejor dicho, mi ejemplar de tu Inventario, está marcado por todas partes, porque tus poemas le dieron expresión a mi mundo, así como, me abrieron la puerta un mundo diferente, desconocido, mundo que, por cierto, en algunas de sus dimensiones, siempre tuve la esperanza de sólo conocer por escritos y películas, pero que hoy, siento que irremediablemente tiene rato invadiéndonos la vida.
Y claro, así como a ti la poesía te permitía exorcizar las penas (Es por muchos conocido que dijiste: "Cuando tengo una preocupación, un dolor o un amor tengo la suerte de poder transformarlo en poesía"), para mí, como es obvio, en muchos momentos, tus versos le dieron expresión a mis sentimientos, pusieron muchísimas veces en mi mente reflexiones, en mi corazón esperanza, sosiego o pasión y en mi boca palabras y versos encantadores, seductores o provocadores, para expresar lo sentido. Tu experiencia y tus penas, hechas poesía, enriquecieron mi experiencia y mi juvenil visión de la vida desde que estaba en la universidad.
Hoy me aprovecho de tu partida para mirar atrás y decantar tus aportes a mi vida y te cuento, que de los muchos poemas que en algún momento me estremecieron y me gustaban y de los que aún hoy me mueven el piso y me gustan, hay tres que recurrentemente aparecen como música de fondo en mi mente. Claro, tienen la ventaja de haber sido convertidos en canción y por eso, además aparecer, a veces, como parte del hilo musical que siempre me acompaña, tengo la fortuna de poder vibrar con la mezcla armónica de los versos y las notas, cantándolos.
El primero, es un poema románico-provocador. El segundo, es el archiconocido, "te quiero", que he tenido el deleite de haberlo cantado en un grupo vocal y en un canto común (lo máximo)... además de cantarlo una vez al oído... Y el tercero, es el que marcó de manera más profunda mi vida, que aún hoy, después de muchos años de hacerlo, lloro cuando lo canto y que contiene un grupo de versos, de los salidos de tu pluma, a los que siempre recurro y que me han ayudado a orientarme en la vida, en especial, cuando he tenido que tomar decisiones difíciles. Se trata de "hombre preso que mira a su hijo". El grupo de versos, al que me refiero, es:
(...)
una cosa es morirse de dolor
y otra cosa es morirse de vergüenza
(...)
uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere
(...)
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse
llorá
pero no olvides
Y como ese no es uno de tus poemas más conocidos, creo que corresponde despedirme cantándolo para tí, pero valiéndome de una grabación de Pablo, para que lo puedan escuchar todos: http://www.youtube.com/wat
Hombre preso que mira a su hijo
Mario Benedetti
Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia,
a quién se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capanga.
Que la Patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la Patria funcionaba bien;
en las canchas y en los pastoreos.
Realmente, Botija, no sabían un corno,
pobrecitos creían que "libertad"
era tan sólo una palabra aguda
que muerte, era tan sólo grave o llana,
que cárceles, por suerte una palabra esdrújula
olvidaban poner el acento en el hombre.
La culpa no era exactamente de ellos,
sino de otros más duros y siniestros
y estos sí, como nos ensartaron
en la limpia república verbal y cómo idealizaron
la vidurria de vaca y estancieros
y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles.
Uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede, por eso estoy aquí,
mirándote y echándote de menos.
Por eso es que no puedo despeinarte el coco,
ni ayudarte con la tabla del nueve
y acribillarte a pelotazos.
Vos sabes bien que tuve que elegir
otros juegos y que los jugué en serio.
Y jugué, por ejemplo, a los ladrones
y los ladrones eran policías
y jugué, por ejemplo, a la escondida
si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha y era de sangre.
Botija, aunque tengas pocos años,
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides, por eso
no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones.
Todas estas llagas, hinchazones y heridas
que tus ojos redondos miran hipnotizados
son durísimos golpes, son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte,
demasiado suplicio para que se me borre.
Pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló o puteó como un loco
que es una linda forma de callar
que tu viejo olvidó todos los números,
por eso no podría ayudarte en las tablas
y por lo tanto olvidé todos los teléfonos
y las calles y el color de los ojos,
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina y en qué bar,
qué parada, qué casa.
Y acordarme de ti,
de tu carita me ayudaba a callar,
una cosa es morirse de dolor
y otra cosa morirse de vergüenza.
Por eso ahora, me podés preguntar
y sobre todo puedo yo responder.
Uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho
de no hacer lo que no quiere.
Llora no más, Botija,
son macanas que los hombres no lloran,
aquí lloramos todos,
gritamos, chillamos, moqueamos, berreamos,
maldecimos, porque es mejor llorar que traicionar,
porque es mejor llorar que traicionarse,
llorar, pero no olvidés.
Olga Ramos
18 de mayo de 2009
olgaramos62@gmail.com
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